Somos en esencia un país ritualista, mágico/místico, desde nuestros inicios en la sabiduría indígena.
La evidente presencia en Venezuela de blancos gurúes importados, ha generado un auge por estos manejos: se aplican rituales hasta para las cosas más nimias. Desde intricados y escondidos círculos hasta los más o menos conocidos personajes o grupos brujeriles que se dedican a ello. Sea para gozar de beneficios individuales, ejercer el poder o evitar que se ejerza, obtener logros o impedirlo, encontrar pareja o dejarla. Con el apoyo de brujos, videntes y hechiceros, unos embaucadores de oficio, otros sencillamente comerciantes de ello, se busca lograr objetivos, desconociendo las nefastas consecuencias de su acción cuando violan las Leyes. No les quepa la menor duda.
Un pastor que ha vapuleado severamente su perro no puede pretender que éste permanezca inerme sin que, más temprano que tarde, éste le haga sentir su repudio y descontento mordiendo la mano que le dio de comer.
Y aunque el brujo se disfrace de pastor para atraer las bondades del perro, la intuición de éste siempre detectará lo que se oculta tras las pomposas vestiduras con las que se cubre el encantador seductor del animal.
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