Ya pasó el
tan ansiado momento citado por los sabios Mayas, pero ha sido muy poco lo
observable –a simple vista– de aquello que ofrecieron o de lo que muchos
creyeron interpretar.
Paso el
momento cuando algunos expertos hablaron de que el mundo se acabaría y aquí
seguimos.
Paso el tiempo
en que se decía que habríamos dado un salto cuántico, y aquí seguimos.
Todo paso:
las celebraciones, los maravillosos cánticos acompañados de rituales y danzas,
los colorines y la majestuosa presencia de innumerables personas que acudieron
desde muchas partes del globo terráqueo a compartir la energía de los sabios.
Sólo queda en la memoria lo vivido ante tan magna fecha. Pero me pregunto,
¿realmente sólo queda eso? La realidad es bien diferente.
Son tiempos turbulentos pero aquí estamos en el momento
de despertar las conciencias, que en realidad fue lo que ocurrió en aquella
bendita fecha decembrina del 2012. Las diversas manifestaciones de celebración
para ese esperado tiempo, no fueron sino la manera de asumir que formamos
parte de un todo, en nuestra condición de humanos somos un ejército de luz que tercamente
insiste en irradiarla en sus variadas formas. Y es que tomar conciencia no es
un ejercicio que se base en un simple adestramiento y ya ¡ha sido tomada!
Tampoco basta hacer un ritual, acudir a un curso, encender unas velas o
esparcir un incienso para poder tomar conciencia.
Es un proceso largo y lento
pero sostenido, durante el cual hacemos cambios a veces imperceptibles otras
ampliamente notorios. En ellos vemos realidades que antes estaban ocultas a
nuestro entendimiento, borramos creencias a las que dábamos total validez y nos
estimulamos en la búsqueda de horizontes impensados, pero que ahora lucen
claros y nítidos.
Antes nos manteníamos en un
cómodo espacio de confort del que nadie ni nada nos movía, todo muy placentero
y conveniente, pero en el cual nada dábamos. Estábamos sólo para recibir. La toma de conciencia se amplía por todas las
áreas de nuestra vida: lo personal sugiriendo un trabajo interno para nuestro
crecimiento, lo familiar para reconocer aquello que antes veíamos nublado, lo
laboral en lo que sólo nos interesaba conservar el cargo y naturalmente el
factor país, en el que elegimos nacer y al que olvidan como si de un trasto
viejo se tratase.
Muchos de los que ahora mismo
me leen, son como yo, venezolanos. Si, el país que elegimos para hacer nuestras
vidas actuales. Unos nacimos aquí otros nos honraron llegando a este país y
haciéndolo suyo. En todos los casos, es nuestro y a él nos debemos. ¿Le
corresponde una toma de conciencia o esta sólo es útil para aspectos de esos
que llaman holísticos o místicos?
La conciencia es de una amplitud
incuantificable, no es un sentimiento cualquiera, es el incontenible deseo de
ser mejores, es el mayor de nuestros retos pues es allí donde voluntariamente
transformamos nuestra realidad. Es reconocer los talentos y dones que poseemos
para hacer uso de ellos, por que –como dice Gregg Braden– estamos diseñados
para crear por que formamos parte de un todo que conecta lo de allá con lo de
aquí sin que nada nos separe.
Es
el momento de cruzar los obstáculos y tomar conciencia.
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