El éxito es algo que todos deseamos, por lo que mucho hay
que trabajar para que los logros nos lleven a él. No se trata de milagros ni de
una pastillita que ingerimos para librarnos de un malestar, es un instinto
espontáneo, un ritmo de trabajo
sostenido donde la palabra no tiene doble discurso y se reconoce el poder de
ella, donde todo cuanto ocurre se hace desde la mejor intención. Son pequeños y
grandes detalles que nos conducen a la conquista del triunfo, del reconocimiento.
Lo que sin duda no podemos hacer es escondernos como el
avestruz. Asomar los ojos para ver únicamente el entorno inmediato pero con la
cabeza literalmente escondida y con los temores a flor de piel. Lo que
disminuye el impulso con que se va hacia el ansiado éxito es no elevarse más
allá del promedio, opinar sin conocimiento de causa, como a veces ocurre en las
redes sociales, tan de boga en estos días. Esas cosas las notamos en los comentarios de personas que a veces ni
viven en nuestro país, pero que se atreven a emitir juicio sobre temas
absolutamente desconocidos para ellos. Oyen
rumores, leen comentarios, pero no son copartícipes de nuestra cotidianidad sin
embargo se permiten emitir opinión.
Ah! y con el agravante de herir susceptibilidades e
incluso a veces, hasta ofender. ¡Qué mala costumbre creer que con insultos y
palabrotas logran sus objetivos!
Aquí mismo, hay quienes adjetivándose como “seres de luz”
intentan asustar con karmas a quienes actúen o piensen diferentes. ¿Será que no
conocen lo que es el libre albedrío? Estoy segura que no conocen que el karma
se activa tanto por acción como por omisión y callar es una de ellas.
Cada uno de nosotros, dentro de las más puras reglas de
respeto tenemos el derecho a opinar no necesariamente igual al otro. Ambos
tenemos la obligación de actuar con compostura, honrando el libre albedrío de la
otredad. ¿Qué no estemos de acuerdo? Y ¿en qué clausula está escrito que
tenemos que estarlo?
La diversidad es importante. De ella nace una mejor vida
para todos, prolifera el aprendizaje de aquello que no conocemos y se expande
el conocimiento de unos y otros.
Les propongo seguirnos expresando, pero dentro de estas
normas, que contribuyan a mejorar nuestra convivencia ciudadana sin darle
espacio a la promoción de sentimientos bastardos. Vamos unidos, aunque pensemos
diferente.
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