Son diversos los temas que inquietan a la humanidad sobre
la perpetuidad, el más allá, si tenemos un alma, las deidades, la vida extraplanetaria, etc.
Pero sin duda la pregunta más impactante y contundente es ¿existe la vida
después de la muerte? Inquietud a la que se van sumando personalidades de la
ciencia antigua y la contemporánea.
Ya por el siglo IV a.C Platón, en su obra el Fedón argumentaba
que la inmortalidad del alma era una realidad.
Hoy en día, el ruso Yuri
Bérland estudiante de la Universidad Federal de
los Urales, en Rusia, asevera que es matemáticamente
comprobable que hay vida después de la muerte, y busca aportes económicos para
demostrarlo. Pero no es el único y ocuparía muchas páginas citando los
innumerables personajes, en su mayoría científicos, que opinan lo mismo.
El Dr. Raymond Moody filosofo licenciado en la
Universidad de Virginia, donde obtuvo un B.A. (1966), un máster (M.A., 1967) y en 1969 un Ph. D. en dicha especialidad.
También obtuvo un doctorado en psicología en la West Georgia College, donde más
tarde sería profesor. En 1976, le concedieron el doctorado (M.D.) en el Medical
College de Georgia. Más adelante en 1998, en la
Universidad de Nevada, Las Vegas
Moody fue designado Chair in Consciousness Studies. Tras obtener su
doctorado, trabajó como psiquiatra forense en el hospital estatal de máxima
seguridad de Georgia. (Wikipendia) y es autor de un importante libro sobre vida
después de la muerte llamado Vida después de la vida.
Recientemente se ha dado a conocer la reciente experiencia
del Dr. Fernando Dangond, profesor de neurología en Harvard y director médico
de Neurología en la farmacéutica Merck amen del Dr. Eben Alexander, neurocirujano de la misma
universidad de Harvard, ambos casos de escépticos quien nunca creyeron en la
realidad de una existencia no física del espíritu. Con una concepción
materialista del universo, alegaban que la idea del alma era absurda, hasta que
en el caso del Dr. Dangond Castro tuvo una experiencia paranormal a través de
su esposa y el Dr. Alexander a quien una meningitis bacteriana lo colocó
durante los siete días en estado de coma experimentando una transformación
absoluta en su manera de pensar, ahora basado en las experiencias vividas
durante ese trance.
Hoy en día ambos afirman
y confirman que nuestra vida aquí se basa en llevar a evolucionar nuestras
almas, es una prueba de amor por nosotros y el prójimo, en aprender a ser
compasivos.
El Dr. Alexander visito
el reino de la eternidad donde dice que la comunicación es telepática y las
respuestas a las interrogantes son respondidas de inmediato. El espacio donde
se encontraba era una realidad que aunque incomprensible es absoluta, donde se
podía lograr todo lo deseado con tan sólo pensarlo, donde la calidad y el
estilo de amor es más universal, donde no se sentía solo sino por el contrario,
siempre seguro.
Aquel espacio que aquí en
la tercera dimensión denominamos cielo sería
una versión del lugar donde él se encontraba, pero la ciencia ortodoxa aun no
acepta estos postulados ni le interesa, como a Platón, saber si el alma es
inmortal ni si ese cielo es o no real. Lo que sí le interesa es establecer el vínculo entre la conciencia y el
cerebro. La postura clásica es que la conciencia es un producto de la actividad
cerebral y se extingue cuando este deja
de funcionar.
Me pregunto, ¿el ambos doctores procedentes de una muy
reconocida universidad ―Harvard― son menos científicos que sus otros colegas?
Hay una realidad que confirma la vida después de la vida,
ya tenemos sobre este tema innumerables respuestas que lamentablemente la
ciencia no desea aceptar para no mover las estructuras de su conocimiento
formal, sin embargo su no aceptación no hace menos auténtica esta verdad.
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