Hoy
2 de Julio se cumple en aniversario de muerte del famoso astrólogo y médico
francés Michel de Nôtre-Dame; mejor conocido como Michel Nostradamus. Al igual
que sus antecesores, era versado en
matemáticas, que implicaba conocer en profundidad la astrología, la medicina y
la farmacia.
Procedía
de una familia judía que se vio forzada a hacerse bautizar para preservar la
vida y sus bienes. Entonces cambio el evidente apellido Salomón por el de
Nostradamus, lo encontraba más misterioso y seguro. Ya sus profesores conocían
sus extraordinarias facultades. Ellos mismos recordaron la conocida anécdota
cuando durante un paseo por Génova, tropezó
a Felice Peretti, un monje franciscano. Sorprendiendo a quienes le acompañaban,
se arrodillo frente a él, tomándole la mano para así inclinar su cabeza y
honrarlo. Sus compañeros de viaje, no salían de su asombro, y al cuestionarlo, respondió:
Tan sólo rindo respeto a Su Santidad, pero nadie le comprendió hasta que en
1585, aquel monje, Peretti, llegaría a solicitar se le conociera como Sixto V
cuando ascendió al trono pontificio.
Poco ha variado el tener una consulta
para atender a quienes desean conocer el futuro, ya entonces durante el día
Nostradamus atendía a sus clientes, pero al anochecer, se encerraba en su
observatorio personal: estudiaba el cosmos.
Fue cuando comenzó a escribir sus Centurias,
donde relataba en forma metafórica
de los cambios y guerras que asolarían el mundo, de las revoluciones en Europa. Entre tantas
otras, entre sus sorprendentes profecías fue que Egipto se revelaría y despertaría la ira guardada durante mucho tiempo.
Podría
sorprendernos o llenarnos de incredulidad pensar que se puede estar al tanto
-con anterioridad- de hechos a sucederse en el futuro, pero los conocedores
saben que esto es posible. Nostradamus no fue el único que predijo eventos que
posteriormente ocurrieron, abundan hoy en día los pronosticadores, hoy hay
otros sabios que tienen el don de la predicción, personajes a veces anónimos, capaces de hacer
profecías. Es cuestión de no dejarse llevar por el primer nombre que asome,
sino de llegar hasta aquellos que disponen de ese regalo divino. Ya encontrarlo
es una suerte, y otra que acepte hablarnos de ese futuro tan buscado. Mientras más saben menos protagonismo buscan.
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