En estos tiempos todos los
venezolanos nos hemos vestido trajes de guerra. Guerreros que han vivido una y
otra vez sueños y proyectos olvidando
que hemos sido cocreadores absolutos de esta amarga realidad que vivimos. Pretendemos
hacer borrón y cuenta nueva sobre la sangrienta mancha que inescrupulosamente dejan
los actuales gobernantes en las calles y en los corazones partíos de cada familia, en cuyo núcleo ahora hay un ausente. Pero también dejan un ácido sabor a fracaso en aquellos que
inocentes o ciegos creyeron en la prédica de un voraz tirano, cuya mayor virtud
es la capacidad innata de mentir. Algunos no le creímos desde sus inicios.
Hoy
las vestiduras se conforman de ilusiones rotas, derechos mancillados y el escalofrío
de rabia, frustración y sufrimiento. La rebeldía aflora hasta por los poros, pero
las acciones, siguen siendo pocas.
Es necesario poner manos a la
obra, para bordar de quimeras y paz nuevas vestiduras, como producto del aprendizaje
de los propios fallos, pero aún no los asimilamos. Nuestro hoy sigue siendo
gris, sin alimento para el espíritu como no sea la resignación aderezada de una
pizca de perturbación por no tener el valor de ejecutar nuestros deseos.
Hemos sido pasivos por
demasiado tiempo… pero se aproxima la gran lucha.
Pero ella es algo que en
nuestro profundo yo sabemos que está en la puerta, lo que no tenemos muy claro
es como será el después.
Deberá ser matizado en
diversidad de tonos: perdón, reconciliación y reorden, después del caos. Si nos
proponemos, construiremos velozmente la conciliación, pues esto que ahora
vivimos nada ha dejado como no sean profundas heridas, pérdidas y desgaste por
el tiempo de aguante al que nos hemos visto sometidos.
Es necesario construir la paz,
retomar las herramientas de cada
terreno: el azadón, el ordeño, la tuerca, el ladrillo, la pluma. Apartar
los escombros, vencer la desesperanza poniendo una mano en apoyo de otra, lavar las miserias con las que se nos
pretendió embadurnar, y entonces, elevarnos tan solo un escalón más cultivando
la totalidad de nuestra voluntad, para descorrer el velo y encontrar la
brillante realidad que nos espera.Recuperar inclusive el territorio que se pretende usurparnos. Volverá a ser nuestro.
No temamos. Usemos el ímpetu
del ego para edificar el futuro. Ganemos este juego, tenemos con que hacerlo: nos
hemos fortalecido en la lucha por lograr
la paz que merecemos, sin olvidar que es desde la unión que lo vamos a
lograr.
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