Durante la guerra fría los
submarinos norteamericanos usaron una serie de micrófonos para detectar el
tráfico de submarinos rusos en el Pacífico Sur. Pero ya no tenía sentido hablar de guerra fría, pues esta había finalizado, cuando
se evaluaron los registros de esos micrófonos.
Sin embargo el Centro Nacional Atmosférico y Oceánico no había dejado de
usar micrófonos ubicados en las profundidades, ellos estaban muy
distantes entre sí, a veces hasta cinco mil kilómetros. Aun así, habían logrado grabar un asombroso sonido que
venía del fondo oceánico del Pacífico Sur.
Eran ecos lentos y decrecientes de ultra-baja frecuencia que
duraban unos siete minutos, y aunque se logró ubicar las coordenadas que
correspondían a esos sonidos, no así su fuente emisora.
Se pensó que el sorprendente sonido venía de una ballena de gigantescas
proporciones, otros lo atribuían a una suerte de calamar enorme, pero
posteriores investigaciones indicaron que ninguno de estos animales era capaz
de emitir ese sonido.
Sólo encontraron una coincidencia literaria: hace unos ochenta o noventa
años atrás el norteamericano Howard Lovecraft, escritor de temas de ciencia
ficción, en varios de sus sorprendentes textos había hablado de eventos que
posteriormente fueron realidad. Es el caso de la ficticia ciudad sumergida que alberga
muchos secretos, como su obra La
llamada de Cthulhu en la que habla de una bestia también llamada
Cthulhu. Pero no es el único monstruo inventado por su imaginación, también
están las deidades, quienes para comunicarse entre sí producían sonidos de
frecuencias ultrabajas.
¿Qué hay en esas profundidades que creo aquel sonido? Porque ya hace más de
quince años que no volvió a escuchar.
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