De todos los antiguos documentos
provenientes del Antiguo Egipto, el Libro de las Puertas que pertenece a Imperio
Nuevo, es uno de los
más fascinantes. Se trata de un texto sagrado, una importante guía del más allá que narra la
odisea del espíritu del difunto en la Duat, el inframundo egipcio.
En el texto se dice que a lo largo de su viaje al
más allá junto con el Dios Sol, el espíritu debe traspasar diferentes puertas para
poder alcanzar la
anhelada resurrección. Este viaje transcurre durante las doce horas nocturnas
ya que está íntimamente ligado a la trayectoria del Sol durante la noche, abordando una puerta cada hora por lo que se
las conoce como “las Doce Puertas”. Cada
una de ellas está custodiada por diferentes divinidades femeninas que el
difunto debe reconocer por sus nombres para poder hacer el tránsito.
Ellas se diferencian entre sí por el color de sus ropajes, pero todas
mantienen una misma iconografía, representándolas coronadas con estrellas. Si
bien cada una tiene un título diferente, no se las ha podido identificar con
ninguna diosa de la mitología, por lo que existe la teoría de que se trata de
figuras alegóricas. Éstas representarían el ciclo nocturno, simbolizando la
principal estrella que se hace visible a cada hora de la noche.
Según el texto, hay quienes lograrán pasar las
puertas sin inconvenientes, mientras que otros serán presos de un lago de
fuego, un elemento común en los inframundo de muchas mitologías. De tal manera
que se refieren al lugar donde irá cada quien dependiendo de su conducta.
Una de las partes más curiosas e interesantes del Libro de las Puertas
es quizás la que hace referencia a las diferentes etnias que los egipcios
conocían, a saber, cuatro razas que ellos diferenciaban egipcios, asiáticos,
libios y nubios, y que aparecen ilustrados en una procesión entrando en la
Duat, como se puede ver en la tumba del faraón Seti I. Cabe mencionar que al
igual que los demás libros que tratan acerca del otro mundo, el Libro de las Puertas
derivan en el de las imágenes y textos que se grabaron en las cámaras
funerarias de diversas tumbas de trabajadores especializados, nobles y
faraones.
Los fallecidos son conducidos a la
sala de los Juicios por Annubis, el dios con cabeza de Chacal. El Dios comprueba
la balanza en la que se compara el peso del corazón que se coloca en un
recipiente con el de una pluma, aludiendo la verdad y el orden.
Ammit -monstruo con cabeza de cocodrilo, patas delanteras
de león y traseras de hipopótamo- aguarda para engullir el corazón si resulta
culpable, pero lo que los egipcios se protegían de esto poniendo en sus tumbas una Confesión Negativa, una lista de pecados que no habían
cometido intentando así salvaguardarse.
A la derecha, Thot, dios de la escritura y el conocimiento
anota el resultado. Más a la derecha, Horus, con cabeza de gavilán conduce al
fallecido ante Osiris; mientras a un lado sus cuatro hijos permanece encargados
de guardar las vísceras del difunto; Isis y Nefetis se ubican detrás del trono.
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