domingo, 27 de abril de 2008

REFLEXIONES VESPERTINAS

BENDITA MANIA DE VIVIR EN PAREJA

Muchas reuniones tanto de hombres como de mujeres solos, se suelen basar en un cotilleo sobre la pareja. Es decir, la del momento. Se fundamentan en que tienen problemas que afrontar, y dependiendo de la forma como lo hagan, acabarán fortaleciéndola o terminando la relación. Total, en la velocidad a la cual se vive, y en lo poco perdurable que es todo, la pareja —o compañera como algunos la llaman— también puede dejar de serlo. Y da pena.

Cuando elegimos con quien acompañar la vida, se habla de compromisos, de deudas de vidas pasadas, condiciones físicas ―buen delantero, buena maleta trasera en el caso de la mujer, buena estatura y propicia chequera en el caso del hombre—, de química entre ambos, de sexytracción, y así, hay una cantidad de aspectos que intervienen en la postura de cada quien cuando se hace la elección. Pensando con frecuencia, en que ¡si no resulta, tu sabes, pues nada…! dejando ver lo efímero de todo cuanto hay, incluyendo la convivencia entre dos.

Vivimos en una cultura donde todo es rápido, de todo se puede prescindir y no hay nada duradero. La moda varía con una velocidad pasmosa, aquello que hace poco tiempo era impensable, ahora es lo que no se puede dejar de usar. El restaurant al que hace siete semanas había que reservar para poder ir en tres meses, ahora le sobra espacio tan solo por que, unas calles más allá, abrió otro local. Y pare de contar con los infinitos ejemplos de fugacidad en el tiempo a los que podemos aludir. También la pareja es considerada como de deshecho. Si dura poco, pues vamos a buscar otra. Y así van dejando rasguños en el alma, eligiendo compañero antes de haber sanado las heridas de la anterior.

Sin embargo, hay personas, hombres y mujeres absolutamente dispuestos a hacer de su vida un lazo permanente con la pareja que tienen. Es cuestión de acoger entre ambos para solventar los aprietos.

Las relaciones visten sus conflictos de diversos matices, ocurre muchas veces por crearnos una perspectiva poco razonable de lo que será el vínculo, el futuro común, una ilusión que se resume en mitos como por ejemplo “cooperaremos en todo, los malos entendidos no existirán, ella presentirá mis deseos”, pero ¿hay la conciencia suficiente como para afrontarlos y buscarles solución?
Hay factores que contribuyen y determinan esa elección, y entre ellos el nivel cultural, intereses comunes y naturalmente, el grado de respeto entre ellos, y sobre todo, los valores que se atribuyen en su conducta.
Sin embargo, hay un dato que —aunque parezca anticuado— también hay que considerar: acciones hacen corazones. Es decir, mientras mayor sea el compromiso de compartir la vida entre ambos, mayor la posibilidad de permanencia y durabilidad entre ellos, se alejan los fracasos y los problemas que pueden atraerlos. Prepararnos para concebir roles diferentes al que nuestro sistema de creencias nos lleva, adaptarnos a los nuevos modelos que exige la sociedad y comprender que —desde el compromiso y la compartencia— la relación de pareja se hace grata. Desde la obligación, durará menos porque causa molestia.
Parte de las creencias es por ejemplo el temor al juicio que los hijos —ya adultos— puedan tener cuando en la madurez se decide de nuevo una pareja, la aprensión por el incumplimiento sexual en la relación, el ajuste a reinsertarse en el mundo de dos cuando se ha vivido mucho tiempo en el de sólo uno.

Ninguno de estos temas tiene otra respuesta que el miedo que implica aceptar que hay una bendita necesidad de vivir en pareja, arriesgándonos a tener que reaprender cuando ya casi nos habíamos obligado a olvidar. Es cuestión de tener la valentía de reconocer el “yo lo merezco” ante el agobiante pero cómodo “ya estoy viejo para eso”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que te puedo decir eres excelente, dios te bendiga

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